Historia de la Agrupación Fotográfica de Cataluña

El 15 de junio de 1923 unos treinta y cinco aficionados, reunidos en la sede de la Agrupació Excursionista “Catalunya”, conseguían fundar una asociación dedicada exclusivamente al arte de la fotografía. La empresa no había estado fácil, debido a las reticencias de los grupos y secciones que se encontraban en las numerosas entidades culturales y centros excursionistas repartidos por toda Barcelona. Es dentro de este ambiente, en concreto a el Esbart Fotogràfic de l’Ateneu Enciclopèdic Popular, donde las ideas de los fundadores Salvador Lluch i Joan Rocavert pudieron materializarse, conformando un pequeño grupo de entusiastas que aprobaron los primeros estatutos y escoger el consejo directivo, encabezado por el presidente Josep Demestres Saprissà.

Los escasos medios solo permitieron alquilar un departamento en una sala-teatro localizada en la calle Aribau número 21, donde se pudo instalar un pequeño laboratorio y una salita, único lugar para la vida social y las primeras exposiciones. A finales de 1924, pero, ya se produjo el traslado hacia el actual suyo, situada en la Calle del Duc número 14, un espacio más ancho que ayudó a ofrecer unos mejores servicios, como la sala, biblioteca o nuevos laboratorios, donde se podían hacer demostraciones.

Cómo era habitual a las asociaciones fotográficas, imperaba la corriente estética llamada pictorialismo, que defendía las posibilidades artísticas de la fotografía, enfatizando la belleza de la imagen y el tratamiento artesanal del positivado. El boletín se convertiría así en su mejor medio de difusión, dando cuenta tanto de las actividades programadas aquí como de los principales acontecimientos de la red asociacionista mundial.

En estos primeros tiempos, aun así, las dificultades de todo tipo se sucedieron, pero poco a poco aficionados más relevantes entraron a formar parte del AFC: el 1924 encontramos ya en el Dr. Pla Janini y Claudi Carbonell Flo, mientras que las principales casas comerciales fueron proporcionando su apoyo como socios protectores. Fueron precisamente los dos fotógrafos mencionados los que en mayo de 1927 propusieron en asamblea un nuevo rumbo para la asociación, siendo escogidos Presidente y Vicepresidente respectivamente. La personalidad abierta y generosa del Dr. Pla consiguió reunir un creciente grupo de aficionados que redoblaron sus esfuerzos hasta situar la Agrupación Fotográfica de Cataluña en los primeros lugares del Estado. Las actividades se multiplicaron: un cumplido ciclo de formación difundía las principales técnicas, se sucedían proyecciones de diapositivas, pero sobre todo destacaron las exposiciones, que recibirían un impulso definitivo. Los salones internacionales de fotografía eran en este momento un acontecimiento clave de la red asociacionista establecida a nivel mundial. La AFC organizó el primero en la ciudad de Barcelona el 1929, dentro de las instalaciones de la Exposición Internacional.

A partir de 1931 bajo la presidencia de Joan Roca Miracle se produjo la consolidación de la entidad, con una sucesión de salones donde se pudieron contemplar las obras de los mejores forofos del momento a nivel nacional e internacional. Los socios consiguieron también importantes éxitos, donde podemos destacar, además del Dr. Pla y Claudi Carbonell, Joan Porqueras, Antoni Campañà, Francesc de Paula Ponti o Joan Xicart. Fue precisamente Campañá el fotógrafo español con más obras aceptadas a salones de fotografía hasta la guerra civil.

Toda esta actividad decayó el 1937 y especialmente el 1938, puesto que el día 30 de enero se produjo un intenso bombardeo sobre la ciudad de Barcelona, que afectó el edificio del AFC en la calle del Duque. Siempre desatada de las discusiones políticas y muy alejada del conflicto, la asociación, encabezada por el nuevo presidente Manel Closa Bosser, pudo mantener un cierta vida social en las instalaciones del Dinàmic Club situadas en la calle Petritxol. Bien pronto, pero, se retomó la actividad en la sede habitual, puesto que el 1939 se inauguró el estudio de luz artificial y se organizó un salón en conmemoración del centenario de la primera fotografía realizada en España.

La posguerra afectó el normal desarrollo de la afición de muchos socios debido a las dificultades económicas y a la carencia de materiales, mientras que la asociación tuvo que reducir el boletín, escrito ahora siempre en castellano. A principios de los años cuarenta volvieron tímidamente las exposiciones habituales, como la correspondiente al concurso anual que se celebraba a finales de diciembre. El ritmo fue aumentando con los salones de primavera, los nuevos cursos de formación y el 1944 tuvo lugar la primera sesión de cine amateur. A partir de 1946 se retomaron también los salones internacionales de arte fotográfico, aunque inicialmente la participación no fue muy grande debido a las dificultades provocadas por la guerra a Europa y los Estados Unidos.

En este momento destacó en su actividad incansable Antoni Campañá Bandranas, que el 1947 recibió el Primer Trofeo de la Agrupación Fotográfica de Cataluña, puesto que había salido ganador cinco veces al concurso anual dentro de la categoría de honor, mientras que el 1952 izó también el I Grand Prix de España de fotografía, organizado por la entidad. La gran dedicación y vitalidad del fotógrafo se veía plasmada en unas obras llenas de movimiento, de gran fuerza, ejecutadas a la perfección en procedimientos pigmentarios como lo bromoli. Otro socio despuntó durante esta etapa: Josep Maria Casals Ariete consiguió un gran dominio de las técnicas artesanales tanto en color como en fotografía monocroma, con sus paisajes de atmósfera poética y evocadora. Por otro lado, el trabajo incansable de Carbonell y Campañá consiguió el 1954 la organización en Barcelona tanto del III congreso como de la bienal de la Federación Internacional de Arte Fotográfico (FIAP), entidad que conseguía vertebrar la red mundial de foto-clubes y asociaciones fotográficas.

Los años cincuenta llevaron a más cambios profundos: a finales de 1952 Luis Navarro estableció lo Primero Salón de Fotografía Moderna, con el objetivo de dejar atrás el viejo pictorialismo y favorecer el desarrollo de nuevas tendencias. Poco después, en 1954 murió repentinamente, razón por la cual el concurso cambió su nombre pasando a ser conocido como Trofeo Luis Navarro. Esta iniciativa no estuvo exenta de controversia, puesto que, si bien la fotografía había seguido los caminos más renovadores del arte ya desde los años veinte y treinta, las asociaciones fotográficas continuaban muchas veces ancladas en los postulados estéticos del pictorialismo. Se habían abierto ya algunas rendijas en este muro al AFC, pero se producía todavía un gran debate entre los socios más tradicionales y los más renovadores. El año 1953 el premio fue ganado por Marcel Giró Marsal, mientras que el 1954 lo consiguió un joven Xavier Miserachs, que se había hecho socio el 1952 con solo quince años.

Una nueva generación de fotógrafos irrumpió en estos momentos en Barcelona desde la Agrupación Fotográfica de Cataluña. El noviembre de 1956 abrió las puertas una exposición colectiva a la Biblioteca Española de Paris que, presentada por el Club des 30 x 40, reunía obras de conocidos socios como Francesc Català Roca, Josep Closa Miralles, Antoni Crous, Ramon Masats, Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Pere Sender o Ricard Terré. El año siguiente se inauguró la conocida exposición Terré-Miserachs-Masats en la sede de la AFC, que supuso un hito importante en la renovación de la fotografía catalana, ya definitivamente instalada en la modernidad.

Este es también el momento de la consolidación de una iniciativa puntera a nuestra entidad: la creación del Grupo Femenino, pionero en todo el Estado. A pesar de la exclusión constante de la mujer en actividades como la fotografía, la AFC había intentado ya en el 1924 crear un primer grupo denominado Feminal para alentar su afiliación. No fue posible antes de la Guerra civil, puesto que solo Remei Rahola consiguió una presencia remarcable ganando una medalla de plata al XII concurso anual el 1935. Ya en pleno franquismo, Salvador Lluch retomó el fomento de la participación femenina organizando a partir de 1956 unos cursillos de fotografía dirigidos a las mujeres, que tuvieron como consecuencia la aparición de una excepcional generación de forofas, donde encontramos Carme Garcia, Gloria Salas, Milagros Caturla, Montserrat Vidal-Barraquer o Rosa Szücs. En un momento en que su profesionalización era imposible por razones familiares y sociales, la AFC los permitió aprender las principales técnicas fotográficas y difundir sus obras en exposiciones y concursos, siempre con gran éxito.

Las actividades colectivas continuaron, especialmente exposiciones como la Cubaró–Galí-Ontañón el 1958 y Colom–Riera-Garcia Pedret el 1960, mientras quedaba establecido un importante grupo de cinematografía amateur, con forofos como Frederic Ferrando. Como consecuencia de este dinamismo, el número de socios iba creciendo, llegando a superar los 1.400 durante los años sesenta. El AFC era en estos momentos la asociación con más proyección del Estado, ofreciendo una puerta de entrada a todos aquellos que querían iniciarse o darse a conocer en el mundo de la fotografía.

Los años setenta y ochenta supusieron, aun así, una pérdida de protagonismo, puesto que se produjo la aparición de las primeras escuelas de fotografía y el establecimiento de nuevas posibilidades de profesionalización más ligadas al mundo editorial. La presencia de socios del AFC en premios como el Ciudad de Barcelona fue, de todos modos, constando; posteriormente, el 2002 Joan Colom recibió el premio Nacional de Fotografía, seguido de Eugeni Forcano el 2012, dos fotógrafos que mantuvieron siempre una estrecha vinculación con la AFC. Por otro lado, el 2006 la Generalitat de Cataluña concedió la Cruz de Sant Jordi a la entidad como pionera en la conservación y promoción del arte de la fotografía en Cataluña.

Paralelamente se fue desarrollando una importante tarea de recogida y conservación de un fondo patrimonial cada vez más extenso. En efecto, la larga historia de la AFC y la generosidad de muchos socios y familiares han conformado una excepcional colección, que recibió la gran dedicación del presidente Antoni Civantos Lambea. Se incluyen aquí más de 1.600 cámaras, aparatos de cine, ampliadoras de todos tipos… y sobre todo más de 100.000 fotografías, tanto negativos como positivos en diferentes técnicas, que ofrecen hoy en día una excepcional visión de la fotografía catalana. Con el objetivo de poner en valor y difundir todo este patrimonio, el fotógrafo Virgili Vera inició el 2017 las tareas de catalogación y digitalización, que continúan hoy en día con un grupo de voluntarios, encabezados por la vocal de patrimonio Francesca Portolés. Los próximos años, y especialmente la celebración del Centenario el 2023, vendrán pues marcados por la recuperación de esta larga historia como pieza clave de la memoria colectiva, permitiendo en el futuro ampliar horizontes y consolidar la obra de la Agrupación Fotográfica de Cataluña.

Victoria Bonet Carbonell