El papel a la albúmina lo inventó Blanquart Evrard al año 1850. La copia en papel a la albúmina se preparaba con clara de huevo (albumen o albúmina) que se aplicaba al papel, añadiendo bromuro de potasio.
Una vez seco, el papel se introducía en una solución de nitrato de plata y se dejaba secar nuevamente. El papel ya sensibilizado se ponía en contacto con un negativo, generalmente de cristal, dentro de una prensa de contacto y se exponía a la luz solar unos minutos, hasta que la imagen tuviese la intensidad deseada. La imagen salía por ennegrecimiento directo, sin revelado químico, seguidamente era necesario fijarlo i lavarlo finalmente con agua.
Entre los años 1860 y 1890 fue un tipo de copia positiva muy utilizada por los fotógrafos. Se empleó mucho para los retratos de estudio, en formato de tarjeta de visita (al principio se les conocía con este nombre) y también en imágenes de vistas de ciudades, monumentos y obras de arte.